Hoy quiero hablar de los palmeros. Y de su volcán. Y de sus vidas.
Muchos de nuestros conciudadanos de la isla de La Palma han visto truncados su futuro y bienestar por las consecuencias de la repentina erupción de su volcán.
Y así, a bote pronto, tengo dos sensaciones. Emociones tal vez.
La primera es una sensación de solidaridad seguida de un deseo. Y ese deseo es que todos ellos tengan acceso a una solución rápida y digna.
No va a ser fácil. Pero ha de ser. Necesitan una salida a su problema.
La segunda sensación es profesional. Es consecuencia de mi deformación profesional que hace que mi punto de vista se centre en la fisioterapia.
“A ver Mikel, céntrate y no te vayas por las ramas. Te recuerdo que estamos hablando del volcán y las personas afectadas”.
Pues sí, lo sé.
Pero no puedo dejar de pensar en el estrés y ansiedad que sufren nuestros queridos palmeros en estos momentos.
Y sé que está afectando negativamente a sus cuerpos.
Imagina.
Situaciones imposibles de gestionar en momentos tan difíciles y con tanta incertidumbre.
Problemas y más problemas que se van guardando en la “mochila de las emociones”.
Una mochila muy pesada que tensa de manera inconsciente sus músculos.
Sí, estoy seguro de que todos, sin excepción, agradecerían una pequeña sesión de masaje.
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Lamentablemente no es la solución a sus problemas pero posiblemente les ayudaría a despejar la mente y sentir emociones más gratificantes.
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Deberían enviar a la isla a la UME ( Unidad Masajista de Emergencias ).
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Sí, sí. Ya sé que no existe. Me lo he inventado ahora mismo.
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Pero no me importaría pertenecer a ella.